La verdadera humildad no es fácil de obtener. En la mayoría de los niveles de la vida, la deshonestidad sutil, la competitividad y el egoísmo prevalecen. Dejamos de valorar el compartir con otros.
Vamos restringiendo nuestro amor, reservamos nuestros sentimientos más alegres para nosotros mismos ¿porqué tenemos que compartirlos?, nos decimos.
Es posible que la alegría llegue con tan poca frecuencia a nuestra vida que las necesidades de otros sean tan abrumadoras que sintamos que debemos guardarnos lo que podamos. Por consiguiente, no logramos alimentar las características del amor y el cariño, que en realidad mejorarían nuestras relaciones con los demás.
Vamos restringiendo nuestro amor, reservamos nuestros sentimientos más alegres para nosotros mismos ¿porqué tenemos que compartirlos?, nos decimos.
Es posible que la alegría llegue con tan poca frecuencia a nuestra vida que las necesidades de otros sean tan abrumadoras que sintamos que debemos guardarnos lo que podamos. Por consiguiente, no logramos alimentar las características del amor y el cariño, que en realidad mejorarían nuestras relaciones con los demás.
Pero si desarrollamos nuestros recursos interiores, compartiendo nuestro entusiasmo y alegría, los demás se van a ver inspirados a desarrollar sentimientos similares. Este hecho de compartir abiertamente con otros es una expresión de verdadera humildad.
Para llegar a ser humilde es necesario mirarse a uno mismo con honestidad y llegar a detectar claramente nuestras virtudes y defectos. Si nuestra autoevaluación es honesta, respetaremos a quien en realidad somos, y esta profunda aceptación de nosotros mismos nos conducirá a un entendimiento y respeto hacia los demás.
Así pues, a mi como profesional me motiva ayudar a otros con sus problemas y a apoyarlos en el aprovechamiento de sus capacidades. Pues todos compartimos metas similares, como la felicidad; todos estamos sujetos a problemas y dificultades parecidas.
Para llegar a ser humilde es necesario mirarse a uno mismo con honestidad y llegar a detectar claramente nuestras virtudes y defectos. Si nuestra autoevaluación es honesta, respetaremos a quien en realidad somos, y esta profunda aceptación de nosotros mismos nos conducirá a un entendimiento y respeto hacia los demás.
Así pues, a mi como profesional me motiva ayudar a otros con sus problemas y a apoyarlos en el aprovechamiento de sus capacidades. Pues todos compartimos metas similares, como la felicidad; todos estamos sujetos a problemas y dificultades parecidas.
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