¿Cómo podemos redescubrir el secreto de gozar cada experiencia, de valorar los detalles de cada proyecto que acometemos? Este secreto está en nosotros; en realidad nosotros sabemos cómo gozar o divertirnos, simplemente hemos de impotar esta diversión a todo lo que hacemos. Cuando disfrutamos, somos productivos y creativos. La vida es potencial y nosotros podemos extender la excitación de los sueños y hacerla llegar a cada momento. Cuando trabajamos al máximo, llegamos a apreciar tanto cada detalle de nuestro trabajo como su conclusión. ¿Por qué, entonces, elegimos la irritación y la decepción, cuando podríamos optar por enriquecer nuestra vida?. Cuando nos detenemos y observamos con cuidado la manera en que trabajamos, de cómo no disfrutamos, podemos aprender a crecer con cada pensamiento y con cada acción. Podemos decidir cambiar nuestros registros de reacción y buscar el beneficio potencial de toda situación. Creamos así una manera POSITIVA de encarar la vida. ¿Para que buscar la felicidad sólo en el futuro, luchando por metas descabelladas, cuando podemos aprender a vivir profundamente cada momento de nuestras vidas?.
Es posible encontrar incluso más placer en nuestro trabajo que en nuestro tiempo libre: Si afrontamos cualquier tarea sabiendo que nos proporcionará satisfacción, es más probable que la realicemos bien. En este estado de ánimo, dedicamos tiempo a planear con cuidado y anticipar cualquier dificultad; ya no nos sorprenden los problemas: estamos preparados para aceptarlos y afrontar el reto que representan.